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miércoles, 6 de enero de 2010

VIAJE AL PAIS DE LOS PLATOS VOLADORES Primera Parte

 Por Juan Gozález Olmedilla

Plato Volador Barra de Tijuca
EL SILENCIO DEL MIEDO

Si exceptuamos las regiones polares, casi no queda zona del mundo que no haya visto entre curiosa y alarmada el paso de los platos volantes. Cada vez son menos los que niegan su existencia, más lo que admiten como algo extra-terrenal, independiente de la fenomenología de nuestro planeta y ajeno a la obra del hombre.
Y si bien nadie estableció todavía la explicación inamovible de tales incursiones en la atmósfera jurisdiccional de loa Tierra, todos vamos teniendo una idea común de lo que puedan ser, a través de coincidencias y reajustes en el testimonio de cuantos las vieron. Incluso, diríamos que empieza a configurarse una conciencia astronáutica expectante sobre máquinas y equipos ultraterrenos, basada más en el saber popular que en la escasa información infiltrada desde los centros científicos responsables, que guardan al respecto la reserva tradicional, la cautela de la ciencia frente a todo hecho nuevo. Reserva acentuada esta vez por la consabida razón de Estado, en una época a la defensiva, de temores mutuos, de armas secretas y de recontraservicios de inteligencia no de servicios a la inteligencia: se ve que los sabios otrora propulsores de la luz ¡ a costa de cuánto prometeico sacrificio a veces! no siente hoy gran prisa en iluminar el hambre del saber humana con la divulgación de sus supuestas conquistas científicas. Que si existen las ocultan, por servidumbre al estipendio o por egoísmo antisocial, con el mismo celo valetudinario que si se tratase de conquista de beldades del “Folies Bergére” ( revista musical con semidesnudos de la época ) para no picar en curiosidad a la juventud y que les birlen la dama . Por eso se sabe tan poco, de fuente autorizada, sobre los platos voladores aunque todo el mundo sepa que están ahí, entre amenazadores y burlescos, a la puerta de casa.

TRES EN EL SECRETO

Pero lo que el mundo ignora o silencia para no admitirlo ni negarlos, es que hace dos años descubrieron y revelaron el secreto de los platos voladores dos ingenieros argentinos, todavía jóvenes en conexión elísea con otro ingeniero del país ya sólo supérstite en espíritu, que los guió, como Virgilio a Dante, en un prodigioso viaje a Plativolandia, la remontísima región sideral de los platillos volantes que nos visitan desde 1947 con tan significativa frecuencia.
De los tres exploradores el que actuó de guía por la suma de conocimientos que llevó de esta vida y los adquiridos en su tránsito al otro lado de la cortina de enigmas del misterio, conservará en nuestro reportaje el incógnito que preserva su memoria de mundanales hablillas; y le llamaremos “El Ingeniero”, como lo nombran los otros dos que, por cierto tampoco son culturalmente viajeros sin equipaje.
Porque se trata, en efecto, de dos estudiosos de raza, de la estirpe de los heteróclitos: Jorge A.. Duclout y Napy Duclout hijos y discípulos de un sabio verdadero, que fuera profesor universitario de ciencias físicas y matemáticas en Buenos Aires y tratadista didáctico de nota en media América, luego de haber compartido en Europa tareas de alta investigación con Albert Einstein, su viejo y glorioso compañero de inquietudes especulativas. Autores de obras de las más variadas disciplinas técnicas, docentes aviatorias, literarias, los hermanos Duclout han descollado entre otras artes, en cinematografía, el primero como luminotéctico; el segundo Don Napy en los set porteños, como autor y director de películas. El gran público desconoce de ellos, sin embargo su “violín de Ingres”, su hobby de buceadores del más allá,
Que frecuentan discretamente, desde 1932, en sesiones metafísicas de restringida intimidad conveniente, Hasta que, al cabo de veinte años, su asombro ante los nuevos secretos estelares captados por el “El Ingeniero” transformó su `prudencia en generosidad informativa.
Y decidieron compartirlos con una humanidad perpleja de encrucijadas, pero más intrigada que medrosa ¿a qué podrá temerle hoy el hombre, peor que al hombre mismo? Frente al problema de ese misterio importado desde el otro lado de la troposfera.

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