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miércoles, 6 de enero de 2010

VIAJE AL PAIS DE LOS PLATOS VOLADORES Cuarta Parte

¿ ESPIAN LOS AMORES TERRENALES ?

En efecto los primeros fotógrafos de un plato volador en América del Sur habían sido el 7 de Mayo de 1952, los periodistas del Río de Janeiro, Joao Martins y Ed, Keffel. En vísperas de la cita de septiembre de 1954 viajaron expresamente a Buenos Aires, provistos de las mejores cámaras por si se les repetía, de noche la misma gran suerte, que en pleno día, había tenido, en su país al fijar en cinco instantáneas las evoluciones de un disco volante sobre la Barra de Tijuca y la Roca Gavea, en las afueras de la capital carioca.
Sabido es el suceso que alcanzaron con aquella primicia informativa, compartida por el diario “A Noite” y “O Cruzeiro” por varias ediciones extras que se agotaron por millones de ejemplares. Las cinco fotos, de gran nitidez y riqueza de detalle, dieron la vuelta al mundo como cinco afortunadas Dionne del reporterismo gráfico. Sus negativos los adquirió el Departamento de Defensa Norteamericano, por buenos oficios del coronel Jack Werley Hughes que en la puja les ganó de mano a sus colegas de las otras grandes potencias, acreditados como él en Río.
Lo curioso es que tal revuelo diplomático se había originado en un caso de espionaje; pero no bélico, sino amatorio.
Forman los alrededores de Tijuca bosquecillos discretos, pequeñas playas escondidas entre las peñas, islotes “de un solo ambiente,” a cubierto de terceros por su umbrosa decoración vegetal. Los cariocas llaman al conjunto de estos parajes la “Isla de los Enamorados”. Y es en verdad una venezuela selvática, cada islote una góndola propicia; cada gruta marina un”palazzo” batidos por el agua que ofrece grata variedad de refugios a la eterna pareja paradisíaca amante de la soledad. Una soledad bastante frecuentada, apenas hace buen tiempo, por miles de parejas desalojadas de sus respectivos paraísos perdidos o fugitivas de sus infiernos respectivos. Nosotros fuimos allí nos han confesado Martins y Keffel, un poco como espías a preparar un reportaje risueño, más bien indiscreto, que titulábamos; “Como se practica el amor en la Isla de los Enamorados”. Trabajamos con ahinco y con riesgo, casi como paracaidistas en suelo enemigo. A las 4 de la tarde solamente nos quedaba en nuestra rolyflex para cinco fotos más, que íbamos a tomar con el lente telescópico desde una altura de la Roca Gabea, para ilustrar el capítulo “Amor a vista de pájaro”, como final de reportaje.
Pero se nos vino encima la oportunidad del gran golazo y la aprovechamos, gracias a la suerte de encontrarnos preparados.
_ ¿ Y no creen que aquel día se tomasen también desde el plato volador fotos de las actividades secretas de Barra de Tijuca, para escandalizar un poco las altas esferas interestelares?
_ Lo hemos pensado así, luego de las revelaciones del ingeniero Duclout sobre la vida en Gamínides. Porque, si desde allí nos envían observadores, no deben de ser espías, con fines de guerra interplanetaria; sino reporteros, dispuestos a divertirse por las buenas, como nosotros.

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